sábado, diciembre 15, 2018

Kentukis. Samanta Schweblin (Mi lectura)


LA MISMA CAMARITA WEBCAM PERO AHORA CON FORMA DE OSITO MÓVIL
-Espero que Samanta ya patentara la idea-



Hola. ¿Cómo viene diciembre? Por mi lado, a pura lectura y con trabajo todavía. Tenía muchas de leer esta novela, KENTUKIS de Samanta Schweblin porque una amiga, que me la pasó, me dijo que a ella no le había gustado y la dejó por la mitad. Miré las reseñas en Goodreads: o la amaron o la dejaron por  aburrida. Entonces, como el arte es así, uno tiene que leerlo por su cuenta.


Lo que me daba un poco para atrás es todo el bombo editorial. Me ha pasado de leer obras invisibles que resultaron una maravilla y leer bestseller plagados de lugares comunes como  50 sombras de Grey. Y el marketing es así. ¿Cuántas veces no hemos salido de compras y nos volvimos con algo que no queríamos porque lo vendieron tan bien? Y uno se da cuenta del bombo editorial cuando encuentra Kentukis hasta en la sopa.










Kentukis trata sobre un nuevo juguete tecnológico: un peluche con rueditas que lleva una cámara en los ojos. Uno elige el que quiere: oso panda, cuervo, topo, conejita, dragón; al encenderlo se establece contacto con otro usuario, el que manejará el kentuki. Si el kentuki se moja, se rompe, no se carga, el kentuki muere, es decir, solo queda como peluche. Al que maneja el peluche le aparece en su tablet como señal perdida y una vez que se apagó, es irrecuperable. Como estrategia de venta es un éxito, ya que la gente se compra otro y otro y otro.
No puedo decir luego nada sobre la trama porque, lo digo según mi punto de vista, no es una novela. Es un híbrido entre novela y cuento. No tiene trama como una novela, sino que, me parece, que la autora hizo lo que el autor de Pedro Páramo, cortó y mezcló los fragmentos. Los cuentos de Kentukis están cortados de manera que uno lee un pedazo de uno, luego un pedazo de otro y así, volvés a retomar un pedazo y vas uniendo los cuentos. Se me hizo entretenido y no me aburrió, como muchos escribieron en sus reseñas. Pero los leí como cuentos. Creí que se tornaría novela, que habría un suceso que uniría los fragmentos, pero no. Son cuentos unidos por la temática. 
Cada cuento se centra en una serie de personajes ubicados en distintas partes del mundo. En realidad, lo único que nos señala la pertenencia a otra cultura es el idioma, la necesidad de traducir y el nombre de las ciudades o países. Después, todos me parecieron demasiado iguales en las costumbres. No hay desarrollo de ritos propios, de algo que sorprenda.

Si ser anónimo en las redes era la máxima libertad de cualquier usuario –y además, una condición a la que ya era casi imposible aspirar–, ¿cómo se sentiría entonces ser anónimo en la vida de otro?

La autora, Samanta Sweblin, explora las posibilidades negativas que producen la tecnologías, en la vida de las personas. Desde un niño que desea tocar la nieve y desea convertirse en kentuki por completo, hasta una mujer que siente que el kentuki es como su hija. Las barreras entre lo real y lo virtual se desarman y el muñeco es la persona, y la persona es el muñeco.
Incluso, puede compararse con el programa de Gran Hermano. Recuerdo que cuando teníamos DirectTv había unos canales, creo que eran tres, que transmitían solo lo que “veían”, y de manera continua, unas cámaras fijas instaladas en la casa del Gran Hermano. De esto hace unos quince (¿o más?) años atrás. Como mi abuela hacía zapping, pasábamos de largo. Un día mi abuela quedó inmóvil, con la boca abierta, sin poder entender qué pasaba. Una cámara había sido puesta en el baño y ahora veíamos a un muchacho sentado en el inodoro. Horas después, de nuevo pasando de largo, una mujer se bañaba. Cuando leía Kentukis se me venían las imágenes de esas cámaras observando siempre. Recomiendo la película Truman Show para meterse en el mundo de los realities y lo que es capaz de hacer un empresa de televisión para tener más rating.
Esta crítica tan negativa sobre las tecnologías no permite visualizar que no todo es nefasto. Un celular puede ser usado para sacar una foto sin permiso, pero también para llamar a una ambulancia y salvar la vida de un transeúnte. Por lo tanto, LAS TECNOLOGÍAS NO SON BUENAS NI MALAS, ES EL USO DE LAS PERSONAS EL QUE  TRANSFORMAN LAS TECNOLOGÍAS EN DE BUEN USO O DE UN MAL USO. Porque las tecnologías no saben de moral. No son buenas ni malas. ¿Un mal uso de la tecnología nos transforma en una mala persona? Pero ¿qué sucede si ese kentuki permite a un hombre paralizado “caminar” por el mundo al mover al peluche con la voz? ¿Y si se usa para aprender un idioma? ¿Y si se usa para acompañar a un anciano moribundo que está solo en su casa? Los kentukis no son buenos ni malos, es la gente que los usa según su moralidad, le presta su moralidad al kentuki.
Diferente es la película “She”, que recomiendo tanto, que explora la relación de las personas con un sistema operativo. Aquí se puede ahondar en la relación que construye el personaje principal y las etapas del encuentro, de la soledad que nace en el abismo entre un ser artificial y uno real. Porque por más que sabemos que lo real y lo virtual son ambos reales, llega un punto en que lo tecnológico se revela como es, una invención humana.


La novela permite a la autora explorar, además, la relación del amo y la mascota virtual. Hace muchos años yo tuve un pescadito que se movía por mi pantalla. Le tenía que dar de comer, que hacerlo jugar. Era terrible porque tenía que programar mi vida para acercarme a la computadora cada tantas horas para darle de comer. Me había atado de tal manera que mi vida giraba en torno de las necesidades de un programa. Decidí desinstalarlo, no sin sentir algo de culpa. Varios años después fue con un gato virtual. Lo mismo era prender la PC para ver al animal casi muerto de hambre. Este tipo de apuestas crea una dependencia tan grande que jala a la persona hasta la pantalla. Una verdadera estrategia de venta.



Entonces uno puede pensar: ¿quién es el amo y quién el esclavo/mascota? Porque la cadena tiene dos puntas y las dos están atadas. Y en la obra de la que estamos hablando, Kentukis, algunos prefieren ser esclavos (kentukis) y otros ser amos. Pero, en ciertas circunstancias, cuando el kentuki necesita ser cargado, el amo se transforma en el esclavo del kentuki.
Me pareció interesante la lectura de Fromm que se lee en ciertas partes cuando la autora dice “ser o tener”. “Ser un kentuki” o “tener un kentuki”.
Entre las posibilidades que explora sobre la tecnología, aparecen aquellos que luchan por los derechos de los kentukis, que quieren que sean nombrados ciudadanos. Se mencionan los vacíos legales. Si una persona vive en Lima, Perú, y maneja un kentuki en Alemania, ¿rigen para esa persona las normativas y leyes de Perú o de Alemania?

Marvin ya no era un chico que tenía un dragón,
sino que era un dragón que llevaba dentro a un chico.


Sobre la época de los eventos en la obra, es una época actual. Yo creí que sucedería en el futuro, pero no, porque se mencionan tecnologías actuales como hablar por Skype. Tampoco es una distopía. La tecnología de los kentukis no es nueva, es una cámara web inserta, en lugar de un trípode, en un peluche para que sea una cámara móvil, nada más. Es como el uso masivo de celulares. Basta subir a un colectivo argentino y darse cuenta que cada uno tiene una pantalla pegada en los ojos. Viéndolo así da un poco de miedo.


TRAS LOS PASOS DE (RETO)
No pude evitar registrar, hasta en un mapita, el lugar de cada personaje. Aparecen nombrados muchos sitios como Taipei, Villa Hermosa (Oaxaca, México), Mendoza, Erfurt (Alemania), Antigua, Umbertide (Italia), Honningsvag (Noruega). No describe mucho los lugares sino que los engancha con las acciones de los personajes.
Las imágenes siguientes fueron editadas de StreetView. 

Taipéi (Taiwán)
Taipéi (Taiwán)

Umbertide (Italia)


Umbertide (Italia)


Honningsvag (Noruega)




Es el primer libro que leo de la autora, porque seré sincera, no me gustan los libros de cuentos y ella escribe cuentos. Tiene solo una novela más que quiero leer.
A pesar de no considerar a esta obra, Kentukis, una novela, igual me gustó mucho su escritura pulida, precisa y sin lirismo. No me parece un libro de ciencia ficción, ni una distopía, sino un libro sobre una temática actual, el uso de cámaras en los hogares y el hecho de que las cámaras se transforman de tecnologías de control a tecnologías de entretenimiento.
Y vos, ¿qué kentuki querés?

Besos y buenas lecturas!


2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. ¡Dios! Me recordó a cuando, pasados tres días, volvía a la Nintendo DS y mis dálmatas se habían fugado al parque para cazar su propio alimento. La culpabilidad que sentía de pequeño era enorme. ¡Me daban hasta ganas de llorar!

    Por otro lado, no sabía de qué trataba la novela, pero me parece superoriginal lo de las mascotas virtuales. Si se ha hecho ficción antes sobre el tema, no ha trascendido. De Schweblin llevo leídos tres libros de cuentos. Por lo general soy muy fan de la prosa de la autora y creo que es una de las mejores cuentistas actuales en español. Tengo "Distancia de rescate" en casa, creo que es la novela que dices, porque "Siete casas vacías" también te la venden como novela y al final es el híbrido este schwebliano raro que no sabes bien cómo se lee.

    ¡Un abrazo y enhorabuena por la reseña!¡Llevas un ritmo de lecturas demoledor!

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