Luego construían una enorme
puerta a la entrada de la ciudad incrustando todos esos huesos. Esperaban que,
honrando de ese modo sus almas, los guerreros muertos protegieran la ciudad.
Pero ¿sabes?, no bastaba con eso. Cuando la puerta estaba terminada, llevaban
hasta allá unos cuantos perros vivos y, con una daga, los degollaban. Después
regaban la puerta con la sangre aún caliente de los perros. De esa forma, los
huesos resecos se empapaban de sangre fresca y las viejas almas adquirían un
poder mágico. Al menos eso es lo que creían. —Sumire aguardaba en silencio a
que prosiguiera—. Escribir una novela es algo parecido. Por más huesos que
reúnas, por magnífica que sea la puerta que construyas, sólo con eso no tendrás
una novela viva. Una historia, en algún sentido, no es algo de este mundo. Una
verdadera historia requiere un bautismo mágico que conecte este mundo con el
otro.
by Keren Verna
Nota: la imagen es de X
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