Este año cumplí diez años con la escritura. Antes
escribía en vacaciones, cada tanto anotaba algo en un diario que había
comenzado hacía más de veinte años. Todos esos diarios los he quemado hace unos
meses, mi rito de dejar ir al pasado. Ya no soy la misma ni miro hacia
atrás. Pensar que antes me encantaban los museos, la arqueología, los
monumentos. Hoy miro hacia delante, a los días venideros, lo que llegará, me
concentro en nuevos proyectos. En el proceso, dejé de ir a los muertos, me aferré
a lo vivo.
Recuerdo ese
día, diez años atrás, cuando me paré frente a un cartel: taller de poesía. Esa
mañana había estado parada frente a otro cartel: seminario de post grado
obligatorio para mi tesis doctoral. Los dos estaban el mismo día y a la misma
hora. Me acordé de la película Crossroad.
Ahí estaba parada ante dos flechas. Cuando elegís un camino, te lleva a otro,
luego a otro, y cuando te das cuenta, estás en otro territorio totalmente
distinto del que te hubiera llevado el camino que no elegiste. No se puede no
elegir, esto es la libertad, la obligación de elegir. Elegí el taller de
poesía. Jamás estuve más feliz en mi vida. Las dos horas volaban y esperaba con ansiedad
al martes siguiente. Sentí que de mi cuerpo se abrían antenas parabólicas para
no perderme ni un detalle. Aprendí que la
escritura es un oficio. También se sumaron las incertidumbres, las dudas,
el temor por no estar a la altura de la literatura, a las críticas
contemporáneas que te destrozan, yo que soy pacifista por naturaleza.
Como
balance, digo que aprender el oficio te
lleva el mismo tiempo que aprender una carrera en la universidad o dominar una
destreza. Los primeros años son áridos, terribles, porque todo se escapa y
sobre todo para quienes, como yo, no tenemos formación en literatura sino en
ciencia. Hoy siento que las palabras vuelan, discurren en la hoja, llegan como
atraídas por una antena captando lenguajes alienígenas. Yo escribo lo que me susurra alguien al oído. Puedo escribir
durante doce horas. Cuanto más escribo, más energía siento y se vaporiza todo
lo nefasto. Me resta una sensación de alegría, unas ganas de vivir hasta los
mil años. Lo negativo ha sido olvidarme de mi cuerpo a expensas de vivir en una
mente.
Con cada historia que se me ocurre aprendo
no solo el oficio sino otros temas en los cuales me documento para escribir:
combustibles alternativos, minería, vida de drag queens, identidad de género,
hadas, cantantes franceses clásicos, el muro de Tijuana, proceso de
fosilización, música de jazz, feng shuei, pornogore, fotografía, esclavitud,
esclavas en la antigüedad, organizaciones sociales relativas a los reinados,
sandalias de cuero, ritos funerarios, y tanto más.
Como
promesa que me hice hace unos tres años: tengo que publicar mi primer libro.
Tengo mucho ya escrito, varios libros de poesía, algunos a corregir, una novela
casi lista, una novela en corrección, varias novelas en boceto.
Ya es hora de pasar páginas y de comenzar proyectos
nuevos. Como desafío será vencer el miedo al ridículo y la procrastinación, dos
de mis peores monstruitos. Bueno, allá voy, a afilar mi lápiz matamonstruos.
HE APRENDIDO
-Escribir mucho. Escribir a diario como ejercicio libre y
sin censuras
-Escribir sobre lo que te gusta y te resulte placentero.
-Corregir mucho. Tachar y reescribir.
-El oficio se aprende
-Leer para aprender
-Ejercitar la creatividad como si fuese un músculo
-Esperar y tener paciencia a que los escritos decanten
-Huir de las críticas negativas que no te aportan
-A no hacerse el escritor
By Keren Verna
Nota: La imagen es de Acá
Hola hermosa, que buena entrada!!! la verdad es que yo escriba antes pero lo deje u.u un beso
ResponderEliminarHolas! Nunca se sabe cuando la escritura vuelve. Yo la dejé por años y parece que me encontró. Besossss
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