En nuestra vida imperfecta las cosas inútiles son, en
cierta medida, necesarias.
Era una lluvia dulce y suave que tiñó de negro la tierra
primaveral y despertó en silencio todos los seres sin nombre que se esconden
bajo su superficie.
La mayoría de personas de este mundo se encuadran a sí
mismas dentro de una ficción.
Me sentí como un insecto absurdo en una noche ventosa,
adherido a un alto muro, sin razones, sin planes, sin creencias.
Caía sobre los alrededores un crepúsculo tan brillante
como si lo hubiesen pintado. Un azul que parecía que, si respirabas hondo, los
pulmones fueran a quedarse teñidos del mismo color.
El tiempo transcurría a través del silencio.
…no éramos más que dos solitarios pedazos de metal
trazando su propia órbita cada una. Desde lejos parecían bellos como estrellas
fugaces. En realidad, sólo éramos prisioneras sin destino encerradas cada una
en su propia cápsula. Cuando las órbitas de los dos satélites se cruzaban
casualmente, nos encontrábamos. Quizá simpatizábamos. Pero sólo duraba un
instante. Momentos después volvíamos a estar inmersas en la soledad más
absoluta. Y algún día arderíamos y quedaríamos reducidas a nada.
Al otro lado de la ventana, las hileras de olivos siguen
succionando el alimento de las tinieblas.
La comprensión no es más que un conjunto de equívocos.
¿Quién diablos puede distinguir el mar de lo que en él se
refleja?
Lo que se debe hacer es soñar. Soñar y soñar. Entrar en
el mundo de los sueños y no salir de él. Vivir allí eternamente.
Toda alma consciente evita la luz desnuda del sol y se
sume en el sueño de las sombras.
El tacto de la pequeña palma de la mano de Myû
permanecería en mi espalda para siempre como la sombra de un espíritu.
Desde aquella cima mísera de ruinas vacías de
sentimientos pude vislumbrar mi propia vida extendiéndose hasta un futuro
remoto.
En la vida de las personas hay una cosa especial que sólo
puede tenerse en una época especial. Es como una pequeña llama. Las personas
precavidas y con suerte la preservan con todo cuidado, la hacen crecer, la
llevan como una antorcha que ilumine sus vidas. Pero, una vez se pierde, esa
llama no puede volver a recuperarse jamás.
Con todo, jamás volveré a ser el mismo. A partir de
mañana seré una persona distinta. Pero nadie de los que me rodean se dará
cuenta de que he vuelto a Japón transformado en otro. Porque exteriormente nada
habrá cambiado. No obstante, algo dentro de mí ha quedado reducido a cenizas,
ha desaparecido. Ha corrido la sangre. Dentro de mí, alguien, algo, se irá. Con
la mirada baja, sin una palabra. La puerta se abrirá, la puerta se cerrará. La
luz se apagará. Para mí, tal como soy ahora, hoy es mi último día. Éste es mi
último atardecer. Cuando amanezca, yo, tal como soy ahora, ya no estaré aquí.
Una persona distinta habrá ocupado mi cuerpo.
¿Por qué tenemos que quedarnos todos tan solos? Pensé.
¿Qué necesidad hay? Hay tantísimas personas en este mundo que esperan, todas y
cada una de ellas, algo de los demás, y que, no obstante, se aíslan tanto las
unas de las otras. ¿Para qué? ¿Se nutre acaso el planeta de la soledad de los
seres humanos para seguir rotando?
Estando solo te sientes como cuando te plantas una tarde
lluviosa en la desembocadura de un gran río y te quedas largo rato contemplando
cómo va vertiendo sus aguas al mar.
El cielo se vuelve blanco, las nubes corren, los pájaros
cantan, se levanta un nuevo día para apropiarse de las conciencias de todos los
que habitan este planeta.
Por profunda y fatal que sea la pérdida, por importante
que sea lo que nos han arrancado de las manos, aunque nos hayamos convertido en
alguien completamente distinto y sólo conservemos, de lo que antes éramos, una
fina capa de piel, a pesar de todo, podemos continuar viviendo, así, en
silencio. Podemos alargar la mano e ir tirando del hilo de los días que nos han
destinado, ir dejándolos luego atrás. En forma de trabajo rutinario, el trabajo
de todos los días…, haciendo, según cómo, una buena actuación.
Quizá todas las cosas ya estén perdidas de antemano
secretamente en algún lugar remoto. Al menos existe un lugar tranquilo donde
todas las cosas van fundiéndose, unas sobre otras, hasta conformar una única
imagen. A medida que vamos viviendo no hacemos más que descubrir, una tras
otra, como si tirásemos de un hilo muy fino, esas coincidencias.
Por Keren Verna
Fuentes de las imágenes: Luke Parmer – CaspeSparsoe
me encanto tu seleccion, gracias por compartir
ResponderEliminarGracias por compartir
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