Hace poco fui a ver con una amiga la película El ángel de Luis Ortega.
La película, basada en
una historia real, trata sobre un momento en la vida de un asesino serial,
Robledo Puch, condenado cuando tenía 20 años.
Para quienes no son argentinos, quizás no le suene el nombre de Carlos Robledo
Puch, que hace más de 46 años que está preso. Fue conocido como “El ángel de la
muerte” o “El ángel negro”. En 1972 fue condenado a cadena perpetua por 11
asesinatos, 17 robos, 1 violación y 1
secuestro.
Más allá de los delitos, la sorpresa fue porque Robledo rompe con el
estereotipo de asesino: tiene cabello rubio, cara de querubín.
La película comienza con la voz de Robledo en tanto entra en una casa
a robar. Él piensa sobre la “libertad”
de ir donde uno quiere (“¿la gente está loca?, ¿nadie considera la posibilidad
de ser libre?"); luego, dice que todos tenemos un “destino”. “Yo soy ladrón de nacimiento”. Fuerte esta frase. Porque si uno es ladrón de nacimiento, ser ladrón
está en los genes. Por lo tanto, es una justificación del robo porque no
puede ser de otra manera. Y hasta así dicha contradice a “ningún pibe nace chorro”, una consigna
impulsada desde hace años por los movimientos de los derechos humanos para no
condenar a adolescentes que fueron arrojados a la calle y criados para robar y
matar; esta frase intenta generar
conciencia de que nadie nace siendo ladrón, que hay una responsabilidad social
e individual.
No me pareció un inicio muy feliz y, además, me resultó un poco cliché
la imagen del adolescente pensando sobre
la libertad de meterse en una casa porque cree que tiene un destino. Si tiene
un destino, entonces, ¿hay libertad de elección? Creo que no, porque justo el
destino es una imposición foránea. Hagas lo que hagas, tu vida está
predeterminada.
Ya de entrada se puede leer desde dónde mira el director para contar
la historia, no es desde el lado de las víctimas, sino desde el protagonista en
una metamorfosis de un asesino serial a víctima del sistema y héroe.
Justamente, hablando de la película con otra persona hace días, dijo que
algunos solo pueden apuntar armas porque son víctimas del estado y de la
sociedad. No deja de ser un pensamiento prefabricado, un tanto fácil de decir
cuando no pusiste en un cajón a un ser querido asesinado.
Luego, en las siguientes escenas, pasa a mostrar una seguidilla de
robos, asesinatos. Uno detrás del otro. Para mi gusto, un poco repetitivo. Los
personajes no cambian. No hay transformación. Entonces, ¿qué sentido tiene
mostrar una y otra vez lo mismo?
No voy a contar el final, pero diré que perdió tanto la verosimilitud
que escuché, en el cine, varias carcajadas. Yo, en cambio, creí que estaba
viendo otra película. Alguien me contó que es porque posee el estilo de
Tarantino. Y este es uno de los aspectos que me llama la atención: la diferente
lectura que hicieron los espectadores. Un grupo entre 20 a 25 años disfrutó de
una “comedia” donde un flaco piola y anti sistema reventaba unos viejos. Esto
lo escuché a la salida como al pasar. En cambio, yo sentí que era un dramón que
intentó incorporar parodia con cierta intención política o fue tan dramón que
terminó siendo una parodia. Pero nunca me hizo gracia. Tampoco me hace gracia
el grupo de fanáticas de Robledo Puch que se siente atraídas porque dicen que
está “hot”. No dicen del actor, dicen de Robledo con foto y todo.
Como dije antes, en varios momentos sentí que perdía la verosimilitud cayendo en una parodia de
ladrones y policías, porque así se
divide la película: asesinos y ladrones contra la policía, o al revés, policías
contra ladrones y asesinos, ya que el foco está puesto en este último grupo y
la policía aparece infantilizada. Con una policía tan desdibujada y hasta tonta
cualquiera es un ladrón. Por lo tanto, robar es fácil, y es así como lo
muestran en la película. Abro la puerta, salto por el techo, entro y me voy.
Nadie me ve. Disparo tiros, nadie me escucha. Camino por la calle como si nada.
Oscuridad como cortina y justo nadie pasa por la vereda. Facilísimo. Incluso, la policía se presenta sin saber cómo resolver un caso,
parodiada al máximo. Ésto convierte a la película en una tragicomedia poco
creíble. Hasta el momento de detención es tan infantilizado que parece contado
por un niño.
Lo que me llevo de la película son las actuaciones excelentes y
ciertas imágenes que me llamaron la atención
por la belleza y la originalidad.
Esta película puede colocarse en la temática actual, que vende porque
la gente la adora, de los narcos héroes, de los asesinos héroes, de las mujeres
asesinas heroínas; evidentemente, que hay un interés en retratar la vida de estas personas como héroes antisistema, no deja de tener su gancho comercial y un
mensaje un poco peligroso: te jode la vida, cómprate un arma y comienza a los
tiros. Luego, te harán un monumento y una película. Serás recordado para
siempre como un pobre ser humano al que la sociedad volvió loco, loco, un extraño de pelo largo.
Cierro con una frase que encontré mientras buscaba info sobre la
película La Librería. La directora dijo:
"Hacer películas sobre buenas personas
es cada vez más difícil”
¿Vieron la peli? ¿Qué opinan? Estará compitiendo por el Óscar y me encantaría saber qué más dice la gente.
Besos y buenas lecturas.