Obra: Los siete locos de Roberto Arlt
—¿Qué es lo que hago con mi vida?
—¿Pero qué alma, qué alma es la que tengo yo?
El terror que experimenta el hombre que en una pesadilla cae al abismo en que no morirá.
El terror luminoso que es como el estallido de un gran día de sol en la convexidad de una salitrera.
—…creer en la bondad de la gente, cuando todo
el mundo lo que tira es a hundirlo a uno y hacerle fama de loco…
…con el odio que se le toma a las personas a
quienes se han hecho demasiadas confidencias.
Vagabundeó toda la tarde. Tenía necesidad de
estar solo, de olvidarse de las voces humanas y de sentirse tan desligado de lo
que lo rodeaba como un forastero en una ciudad en cuya estación perdió el tren.
¿Qué había hecho de su vida? ¿Era ésa o no hora de preguntárselo? ¿Y cómo podía caminar si su cuerpo pesaba setenta kilos? ¿O era un fantasma, un fantasma que recordaba sucesos de la tierra? ¡Cuántas cosas se movían en su corazón! ¿Y el otro que se había casado con una prostituta? ¿Y Barsut con su preocupación del pez tuerto y la primogénita de la espiritista? ¿Y Elsa que no entregándosele lo arrojaba a la calle? ¿Estaba loco o no?
Indudablemente, en la vida, los rostros
significan poca cosa.
Hace falta oro para atrapar la conciencia de
los hombres. Así como hubo el misticismo religioso y el caballeresco, hay que
crear misticismo industrial.
¿Usted cree que las futuras dictaduras serán
militares? No, señor. El militar no vale nada junto al industrial.
…la mujer, sea o no honrada, es un animal que
tiende al sacrificio. Ha sido construida así.
Y pobrecitas, son tan locas, que uno no sabe si
compadecerlas o romperles la cabeza de un palo.
—Sí, puede ser que tenga talento, pero me falta
vida… entusiasmo… algo que sea como un sueño extraordinario… una mentira grande
que empuje la realización…
—Alma, mi pobre alma… qué vida la nuestra… qué
vida…
No encontraba en su alma una sola hendidura por
donde escapar.
¿En qué parte de la tierra podía encontrarse un hombre que tuviera la piel erizada de más pliegues de amargura?
Sí, todo su cuerpo sólo vivía, estaba en
contacto con la tierra, por un centímetro cuadrado de sensibilidad.
Se ha inventado casi todo pero no ha inventado
el hombre una máxima de gobierno que supere a los principios de un Cristo, un
Buda.
La eficacia del bastón en la espalda de los
pueblos. La cuestión es apoderarse del alma de una generación… El resto se hace
solo.
Sé que existo así, como negación. Y cuando me
digo todas estas cosas no estoy triste, sino que el alma se me queda en
silencio, la cabeza en vacío.
Yo soy la nada para todos. Y sin embargo, si mañana tiró una bomba, o asesino a Barsut, me convierto en el todo, en el hombre que existe, el hombre para quien infinitas generaciones de jurisconsultos prepararon castigos, cárceles y teorías. Yo, que soy la nada, de pronto pondré en movimiento ese terrible mecanismo de polizontes, secretarios, periodistas, abogados, fiscales, guardacárceles, coches celulares, y nadie verá en mí un desdichado sino el hombre antisocial, el enemigo que hay que separar de la sociedad. ¡Eso sí que es curioso! Y sin embargo, sólo el crimen puede afirmar mi existencia, como sólo el mal afirma la presencia del hombre sobre la tierra.
Sin embargo, a pesar de todo existen las
tinieblas y el alma del hombre es triste. Infinitamente triste. Mas la vida no
puede ser así. Un sentimiento interno me dice que la vida no debe ser así. Si
yo descubriera la particularidad de por qué la vida no puede ser así, me
pincharía, y como un globo me desinflaría de todo este viento de mentira y
quedaría de mi apariencia actual un hombre flamante.
El hombre es una bestia triste a quien sólo los
prodigios conseguirán emocionar.
Yo creo que se ha dado en llamar remordimiento
el temor al castigo.
—A pesar de todo es necesario injertar una
alegría en la vida. No se puede vivir así. No hay derecho. Por encima de toda
nuestra miseria es necesario que flote una alegría, qué sé yo, algo más hermoso
que el feo rostro humano, que la horrible verdad humana.
Los dioses existen. Viven escondidos bajo la
envoltura de ciertos hombres que se acuerdan de la vida en el planeta cuando
aún la tierra era niña.
La vida humana vale menos que la de un perro.
Y lo que me alienta es saber que la civilización y la miseria del siglo han desequilibrado a muchos hombres. Estos locoides que no encuentran rumbos en la sociedad son fuerzas perdidas.
Quiero ser manager de locos.
Aquel que encuentre la mentira que necesita la
multitud será el Rey del Mundo.
Para gobernar un pueblo no se necesitan más
aptitudes que las de un capataz de estancia.
Ustedes saben mejor que yo que para ser
diputado hay que haber tenido una carrera de mentiras, comenzado como vago de
comité, transando y haciendo vida común con perdularios de todas las calañas,
en fin, una vida al margen del código y de la verdad.
No hay hombre que no admita las pequeñas y
estúpidas mentiras que rigen el funcionamiento de nuestra sociedad.
Conozco todos los caminos y todas las soledades.
Las ciudades son los cánceres del mundo.
Aniquilan al hombre, lo moldean cobarde, astuto, envidioso, y es la envidia la
que afirma sus derechos sociales, la envidia y la cobardía.
Lo que hay es que en la ciudad no se puede ser
valiente. Usted sabe que si le estropea la cara a un desgraciado los trámites
policiales lo van a molestar tanto, que usted prefiere tolerar a hacerse
justicia por su mano. Esa es la realidad. Y uno se acostumbra a ser un
resignado, a refrenar los impulsos…
Tenía ahora la sensación de que su alma se había apartado para siempre de todo afecto terrestre. Y su angustia era la de un hombre que lleva en su conciencia un siniestro jaulón, donde entre huesos de pecados, bostezan teñidos de sangre, elásticos tigres, afirmando el ojo en una proyección de salto.
—A veces me parece un mal sueño esta vida.
Diez hombres pueden atemorizar a una población
de diez mil personas. Basta que tengan una ametralladora.
El hombre para ser feliz necesita apoyar sus
esperanzas en una mentira metafísica.
—¿Sabe? Muchos llevamos un superhombre adentro.
El superhombre es la voluntad en su máximo rendimiento, sobreponiéndose a todas
las normas morales y ejecutando los actos más terribles, como un género de
alegría ingenua… algo así como el inocente juego de la crueldad.
Lo que hay es que el hombre no ha reparado que
está enfermo de cobardía y de cristianismo.
Excelente!!! Que lindo releer a Arlt.
ResponderEliminarHola, sí, yo amé esta historia y la forma en que la cuenta. Pensar que la escribió hace mucho pero se siente muy actual.
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