No
hay una interpretación verdadera que deje por fuera otras fallidas. Cuando uno
lee y termina una obra se le da ese momento de comparar para ver si entendió
bien o no, para ver si comprendió qué quiso decir el autor. Es así tan de
escuela como si estuviésemos rindiendo un examen de literatura y queremos
copiar la respuesta correcta para no irnos a marzo.
¿Al
final estaba muerto o no? ¿Al final era que ellos se fueron definitivamente o
no? ¿Si no entendí mal quiso decir que esa casa se la había llevado el mar? No
puedo creer que no entendí nada y resulta que la piba esa era un fantasma.
Una obra siempre puede ser
interpretada. Dejemos de lado los temas de la verdad o falsedad, los temas de
bien o mal. Cada uno lee, mira un cuadro, escucha. Cada uno interpreta según su
experiencia, según su subjetividad. Quien sea más pesimista y transite un
período de muertos, esa obra sonará a lamento; para otros, hasta pudo hacerlo
reír. Entonces, ¿qué sentido tiene leer un análisis literario que desarma una
obra como si fuera un insecto en una mesa de entomólogo tan solo para saber si
yo entendí el final o no? Las metáforas para acá, el final para allá, la
introducción para este lado, la hipérbole, la parodia, el sustantivo, el
pastiche.
Creo que hay que leer por placer. Esta siempre debe que ser la primera
lectura. Leer e interpretar la obra a nuestro antojo. Luego viene eso de
analizar la forma de escritura. Un libro
rico es un libro que nos deja pensando sobre nuestra vida, sobre la realidad;
el que nos hace reflexionar y ver algo que nos era invisible o incomprensible.
Son esos libros que restan en ecos en nuestra memoria y vuelven cada tanto a
golpearnos con sus frases o con alguna imagen que haya perdurado.
Para ir más lejos, hay quienes se
reúnen para tirarse por la cabeza los significados verdaderos de una obra y
discuten porque alguien no entendió la obra y no la pudo interpretar como si
eso demostrase que algunos tienen una inteligencia superior a otros. ¡Qué
vergüenza decir una huevada en un círculo de intelectuales literarios! Hay
quienes desaparecen y no vuelven más. Y al fin decantan los más inteligentes,
quienes sí entienden bien qué quiso decir el autor y si eso era o no una
hipérbole.
Rulfo debió explicar en una entrevista su novela Pedro Páramo y hasta le dijeron que un traductor la tradujo pero no la había entendido. Se ve que le cayó la ficha años después cuando alguien le dijo.
Hay algunos que no duermen hasta no
haber alcanzado la iluminación completa y corren a preguntarle al autor qué
quiso decir en su libro.
¿Al final ella estaba muerta o no? Es que Fulanito dijo que sí y yo había entendido que ella se había ido de viaje pero yo solo entendí que se había ido de viaje hasta que Fulanito me dijo que era una metáfora de la muerte pero para mi morirse es morirse sin metáfora. Como cuando se me murió la vieja. ¡Mirá que va a estar de viaje!
Es la desesperación por alcanzar la
verdad absoluta, como si existiese y estuviera ahí fuera. Un autor que debe explicar su obra con lujos de detalles, es un autor
que escribe para luego destruir. Es peor que explicarle el chiste a una
audiencia inmutable.
Fuente de la imagen: Acá
A mí es que me la suda bastante esto de estar sobre analizando las cosas. No podría importarme menos, en serio. Y con las obras demasiado metafóricas yo voy y digo "todo es literal" y ya, me quedo tranquila mientras todos arden. Jájaja. ¡Saludos y bonitos blog! Me quedo por aquí pa' curiosear :).
ResponderEliminarGracias por pasarte! A veces con tanto seso uno se olvida que el arte está para el disfrute. Besos!
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