Imagen de la Razón |
¿Qué
mundo era este? ¿En qué locura inmóvil y extraña me había tocado vivir?
¿Sobreviviría lo suficiente como para encontrar una respuesta? ¿Para dar con la
salida? ¿Llegaría a entender alguna vez, desde el centro de mi soledad, este
artefacto de otros mundos que es mi vida? Y de repente allí, en la sala vacía,
concreta, con su mesa cubierta con una tela roja, con su armario para los
cuadernos, con sus cuadros manchados por los excrementos de las moscas, me
invadió un espanto que no había sentido ni en mis sueños más terroríficos. No
era miedo a la muerte, ni al sufrimiento, ni a las enfermedades terribles, ni a
la extinción de los soles, sino el pánico a la idea de que no lo entendería, de
que mi vida no ha sido lo suficientemente larga ni mi mente lo suficientemente
buena como para entender. Que de hecho ya me han enviado todas las señales y
que no he sabido leerlas. Que también yo me pudriré en vano, junto con todos
mis pecados y mi estupidez y mi desconocimiento, mientras que la apretada,
intrincada, abrumadora adivinanza del mundo perdurará, límpida, natural como la
respiración, simple como el amor, y se derramará en la nada, virginal e
irresoluta.
Fragmento
de la novela “Solenoide” de Cartarescu
A veces se consiguen respuestas, otras no. El propòsito final puede ser la bùsqueda, la trayectoria tambièn cuenta.
ResponderEliminarSaludos.
Hola, sí es cierto. Estamos demasiado ciegos con la meta que nos perdemos de ver el trayecto. Besos!
EliminarHola!nos has impactado.saludosbuhos!
ResponderEliminarHola, la verdad que ayer terminé Solenoide y aún sigo emocionada con ese libro. Tiene muchos párrafos por el estilo. Besos!
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