Con ganas de leer una distopía post-apocalíptica, uno de los géneros que más me gustan, descubrí La
tierra permanece (Earth abides),
un clásico de George R. Stewart,
escritor norteamericano que ganó el premio Internacional Fantasy Award por esta
obra en el año 1951. Nació en Sewickley, Pennsylvania, en 1895 y murió en el
año 1980. Además de novelista, fue historiador, profesor de la Universidad de Berkley
y especialista en toponimia. Esta novela fue fuente de inspiración de Stephen
King, para su obra The stand (Apocalipsis, en español).
El título de la novela de la que
hablamos hace referencia a un versículo bíblico del Eclesiastés: “Los hombres
van y vienen pero la tierra permanece”, que el autor utilizó como epígrafe.
La tierra permanece trata sobre la casi aniquilación de la humanidad y sus
efectos sobre el planeta y el resto de las especies. El suceso se conoce como Gran Desastre. La novela se centra en
California, Estados Unidos, durante 1940.
El protagonista, Isherwood Williams, llamado Ish, es un geógrafo egresado de la Universidad de
California y, ni bien comienza la novela, nos enteramos que prepara su tesis
sobre “la Ecología
de la zona de Black Creek. Debía investigar las relaciones, pasadas y
presentes, entre los hombres, plantas y animales de la región”.
Al recuperarse de la mordedura de
una serpiente, descubre que ha sucedido una epidemia y que la gente se ha
marchado. A partir de ese momento, seguimos paso a paso el derrotero del
protagonista por descubrir qué ha sucedido y medir el efecto que ha causado el
virus en la población.
La mirada del protagonista es la de un científico, testigo de primera mano, de uno
de los acontecimientos más espectaculares en la historia de la humanidad. Lejos
de lo lacrimógeno y del dramatismo, nos narra de manera práctica y alejada, los
sucesos y la manera en que los supervivientes deben adaptarse a las nuevas
condiciones de vida luego de la pérdida de la civilización.
En cursiva, incluido entre el
textgo párrafos y cada tanto, aparecen otras voces. Algunas, parecen de otros
testigos; otras, de alguien que ha estudiado el fenómeno, de manera que incluye
desde prosa poética hasta ensayos científicos o filosóficos. Me gustó mucho
esta variedad de voces. Por ejemplo:
Las liebres de la montaña se multiplican durante años, y se cree que van a invadir el mundo. Luego, rápidamente, una epidemia acaba con ellas. Algunos zoólogos han sugerido incluso una ley biológica: el número de individuos de una especie no es constante, baja y sube. Cuanto más elevada sea la especie, más lenta es la gestación, y más prolongadas las fluctuaciones.
En cuanto al hombre, no debe esperarse que escape, en su larga trayectoria, a la suerte de los animales inferiores. Si hay una ley biológica de flujo y reflujo, su situación es ahora muy peligrosa. Durante diez mil años su número ha aumentado constantemente a pesar de las guerras, las pestes y las hambres. Biológicamente, la prosperidad del hombre es demasiado larga.
Se notan las lecturas científicas
del autor que aprovecha para incluir, aunque no de manera chocante, aspectos de
antropología y la vida de pequeñas comunidades, así como ciertos hechos o datos
científicos provenientes de la geografía y la biología.
Los demás personajes poseen otras
posturas que van desde quienes se aceptan el destino, hasta quienes deambulan
con tanta nostalgia que enloquecen.
En tanto leía, trataba de ponerme
en el lugar de esos sobrevivientes, imaginándome que me despierto y que no
queda nadie en toda la ciudad. ¿Qué haría? ¿Me mudaría a una casa más grande? ¿Viajaría
el resto de mi vida? ¿Y cuándo me quede sin nafta? ¿Seguiría a pie? ¿Me mudaría
adentro de una biblioteca enorme y el resto de mi vida leería sobre historias
basadas en un mundo que ya no existe? ¿De qué me alimentaría? Estas preguntas
me acompañaron toda la lectura.
Allá arriba, en el cielo, la luna, los planetas y las estrellas recorren sus largas y tranquilas órbitas. No tienen ojos, y no ven. Sin embargo, el hombre había imaginado alguna vez que miraban la tierra. Pero si viesen realmente, ¿qué verían esta noche? Ningún cambio. Aunque el humo de las chimeneas ya no enturbia la atmósfera, pesadas humaredas surgen aún de los volcanes y los bosques incendiados. Visto desde la luna, el planeta tendrá esta noche su resplandor de costumbre; ni más brillante, ni más oscuro.
De fondo, no podía evitar recordar
un documental, que dejé por la mitad porque me resultó terrible de mirar, sobre
el impacto que dejará la humanidad en el planeta si la humanidad se evaporara
de golpe. El primer acontecimiento nefasto sería las fugas en las centrales
nucleares que dejará a enormes zonas contaminadas de radiación. Además, las
especies domesticadas comenzarán a morir, como los perros. No sobrevivirán esos
que adornamos con moños y usamos como si fueran nuestros bebitos. Esos no tienen posibilidades de continuar sin los humanos
porque han llegado a un límite de dependencia tan grande que morirán a los
pocos días luego de cortado el cordón con los protectores. Terrible, ¿no? No puedo dejar de pensar en nuestra responsabilidad
ante las especies que hemos domesticado.
El autor no menciona a las
centrales nucleares, supongo que hay que pensar que la escribió antes de 1950,
quizás justo después del fin de la Guerra
Mundial. Pienso en el auge de las vacunas, en las armas biológicas
y en el pánico que existía en ese momento.
Dentro de los aspectos negativos, me chocó cierta mirada que se mimetiza
entre el narrador y lo que piensa en personaje, que considera a quienes no
han ido a la universidad como idiotas, pocos inteligentes, así como a los
aborígenes como simples e ingenuos. Esta segunda idea se puede entender en el
contexto en cual fue escrita la obra y el los avances posteriores de la
antropología que estudió la complejidad de los grupos llamados “indígenas”,
para nada simples. Pero lo anterior me chocó mucho. Por momentos no parecía la
voz del personaje, el personaje es como es, sino que me parecía escuchar al
autor mimetizado en ese narrador en tercera persona. En esos momentos me
frenaba la lectura y me descolocaba. Quizás se debe al construir un narrador
muy apegado al protagonista. En realidad, se mete y vive a través de las
vivencias de Ish, desde él está puesto el foco.
Otro tema relativo en esta obra es
el del buen salvaje y el retorno a la naturaleza. Persisten esas
miradas de la naturaleza como lugar puro, simple, salvaje y amenazador. ¿Se
podrá sobrevivir sin la protección de nuestras casas, redes de agua potable,
electricidad y lo que nos ofrece nuestra calidad de vida?
CONCLUSIÓN
Una novela que nos permite adentrarnos en la condición humana desde qué es aquello que nos
define como especie, cuál es nuestro anclaje en nuestro mundo y qué tan
amalgamados estamos de las tecnologías.
Escrita de manera muy amena y con
párrafos en cursiva que permiten incorporar otros discursos, de manera que la
lectura se vuelve más interesante y compleja, a la par que nos anima a
realizarnos tantas preguntas. ¿La muerte de los seres humanos implica la muerte
de dios?
¡Hola!
ResponderEliminarEs uno de los libros preferidos de un maestro mío, quizá lo lea en un futuro, o se lo pida prestado.
¡Abrazos!
Hola, Espero te guste. Yo lo disfruté mucho y me atrapó. Besos!
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