Las olas
Virginia Wolf
2004
Editorial Cátedra
334 páginas
Desde 1931, año de su publicación, Las olas ha sido considerada una de las obras capitales del siglo XX, tanto por la original belleza su prosa como por la perfección de su revolucionaria técnica narrativa, y con el paso de los años su influencia sobre la literatura contemporánea ha ido acrecentándose.La novela desarrolla, al compás del batir de las olas en la playa, seis monólogos interiores, a veces discrepantes, aislados, otras veces casi en coloquio concordante, en los que se formulan, desde su infancia hasta sus últimos años, seis vidas múltiples y dispares.
MI LECTURA
Me da pena decirlo, pero tenía a la autora pendiente desde
hacía años cuando que me regalé dos libros de ellas, el que comento y Orlando. Me alegra haberlo sacado de mi
biblioteca durante el apagón eléctrico que duró varios días y dejó a mi kindle sin batería. No voy a analizar el
texto porque fue ya muy estudiado, hasta
por expertos, pero sí hablaré de mi experiencia de lectura.
He nacido para que me hagan añicos. He nacido para que se burlen de mí toda la vida. He nacido para ir arriba y abajo entre estos hombres y mujeres de rostros convulsivos y lenguas mordaces, como un corcho en un mar alborotado. Como la cinta de un alga, soy proyectada muy lejos cada vez que la puerta se abre. Soy la espuma que llena de blancura las más alejadas oquedades de la roca.
Sobre la vida de la autora, no
comparto la idea de achacar patologías acuñadas hoy día y buscar en la vida de
las personas de otras épocas si encajan o no en los diagnósticos. He leído
varios artículos sobre la “bipolaridad” de poetas que vivieron antes de que
existiese la “bipolaridad” para los médicos y se recetasen tantas pastillas. La
“bipolaridad” es una enfermedad contemporánea que no existía antes que se
inventara el nombre.
Al comienzo, la novela me resultó extraña ya que toda la obra es un discurso directo, entre
comillas, al estilo de él dijo y ella dijo. Separando los que serían los
capítulos, se intercalan unos fragmentos
en cursiva que enmarcan la situación
presente, el momento que se repite a lo largo de la vida de un grupo de
amigos: el discurrir de los días y las noches, las olas que siempre se desarman
y siempre recomienzan, la continuidad imparable, lo que pervive más allá de
nosotros, la sucesión de eventos que nos arrastran.
Las olas rompían y deslizaban rápidamente sus aguas sobre la arena. Una tras otra se alzaban y caían. El agua pulverizada saltaba hacia atrás impulsada por la fuerza de la caída. Las olas eran de profundo azul con la sola excepción del dibujo de la luz sembrada de diamantes en sus lomos que se contraían y distendían como los musculosos lomos de grandes caballos al avanzar. Las olas caían. Se estiraban y volvían a caer, con el sordo sonido del patear de una gran bestia.
En tanto
leemos, nos metemos en la mente de varios
amigos, lo que piensan entre
ellos, cómo ven los sucesos. A pesar de sus diferentes personalidades y
proyectos de vida, permanecieron unidos durante años. La voz más potente me
resultó la de Bernard, un escritor que lleva a todas partes una libreta donde
registra frases.
La verdad es que yo no soy de esas personas que encuentran su
satisfacción en la posesión de un solo ser ni en la de lo infinito. El
dormitorio privado me aburre, pero el cielo también. Yo brillo solamente cuando
todas mis facetas están expuestas a numerosas miradas. Si éstas me fallan, me
convierto en una especie de papel quemado lleno de hoyos. (…) Hay cosas que
están más allá de mi alcance. Jamás lograré comprender los problemas más arduos
de la filosofía. Roma constituye el término de mis viajes. A veces, por la
noche, cuando estoy a punto de quedarme dormido, pienso con dolor en que nunca
veré en Tahití a los indígenas pescando con una caña a la luz de una antorcha,
ni a un león surgiendo en medio de la selva, ni a un hombre desnudo comiendo
carne cruda. Jamás tampoco aprenderé el ruso ni leeré los Vedas. Nunca más me
estrellaré contra un farol (pero algunas estrellas proyectadas por la violencia
de aquel choque resplandecen aún hermosamente en mi noche). Lo único que he
ganado es que creo haberme acercado más a la verdad.
He inventado en esta forma millares de historias: he llenado
innumerables libretas con frases para ser utilizadas cuando hubiera encontrado
la historia que desearía escribir, la historia en la que habían de quedar
grabadas todas mis frases. Pero jamás he encontrado una adecuada, de modo que
comienzo a preguntarme si, después de todo, las historias existen.
Bernard,
Louis, Neville, Susan, Jiny, Rhoda y Percival viven en Londres. Se mencionan
ciertos espacios, calles que busqué en Streetview,
como siempre hago. Además, la autora vivió en diversos lugares de Londres, así
que sumé mi recorrido para el reto, Tras los pasos de, a esta búsqueda para
conocer más a la autora. Por ejemplo, vivió en el barrio de Kensington, en el
22 Hyde Gate.
Otras
calles mencionadas:
-Bond
Street
-Oxford
Street
-“Estábamos junto al león de Trafalgar Square”
-Avenida Shafterbury
CONCLUSIÓN
Las olas es un libro obligado para
aquellos que desean aprender a escribir ya que es original en la forma de contar una historia y demuestra que es
posible escribir un libro de casi trescientas páginas compuesto solo de
discursos directos y saltando de un personaje a otro, describiendo lo necesario
desde la óptica de cada uno de ellos.
La obra
propone una mirada íntima, descarnada,
poética y lúcida sobre el transcurrir del tiempo, sobre lo efímero de la
existencia, las preocupaciones banales sobre temas intrascendentes, en un
tiempo que eterniza los océanos en oposición a la caducidad humanidad, la vida
que sigue a pesar de nuestra desaparición. Me ha encantado su lirismo y
marqué muchísimas frases.
Besos y
Hola!
ResponderEliminarNo me convence del todo el libro, pero gracias por tu reseña igualmente ^^
Un besazo!
Hola, hay un libro para cada época, quizás en otro momento. Besos!
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