"De este modo podremos llegar a comprender que un hombre es
la imagen de una ciudad y una ciudad las vísceras puestas al revés de un
hombre, que un hombre encuentra en su ciudad no sólo su determinación como
persona y su razón de ser, sino también los impedimentos múltiples y los
obstáculos invencibles que le impiden llegar a ser, que un hombre y una ciudad
tienen relaciones que no se explican por las personas a las que el hombre ama,
ni por las personas a las que el hombre hace sufrir, ni por las personas a las
que el hombre explota ajetreadas a su alrededor introduciéndole pedazos de
alimento en la boca, extendiéndole pedazos de tela sobre el cuerpo, depositándole
artefactos de cuero en torno de sus pies, deslizándole caricias profesionales
por la piel, mezclando ante su vista refinadas bebidas tras la barra luciente
de un mostrador. Podremos comprender también que la ciudad piensa con su
cerebro de mil cabezas repartidas en mil cuerpos aunque unidas por una misma
voluntad de poder merced al cual los vendedores de petardos de grifa, los
hampones de las puertas traseras de los conventos, los aprovechadores del
puterío generoso, los empresarios de tiovivos sin motor eléctrico, los
novilleros que se contratan solemnemente para las capeas de los pueblos del
desierto circundante, los guardacoches, los recogepelotas de los clubs y los
infinitos limpiabotas quedan incluidos en una esfera radiante, no lecorbusiera,
sino radiante por sí misma, sin necesidad de esfuerzos de orden arquitectónico,
radiante por el fulgor del sol y por el resplandor del orden tan graciosa y
armónicamente mantenido que el número de delincuentes comunes desciende
continuamente en su porcento anual según las más fidedignas estadísticas, que
el hombre nunca está perdido porque para eso está la ciudad (para que el hombre
no esté nunca perdido), que el hombre puede sufrir o morir pero no perderse en
esta ciudad, cada uno de cuyos rincones es un recogeperdidos perfeccionado,
donde el hombre no puede perderse aunque lo quiera porque mil, diez mil, cien
mil pares de ojos lo clasifican y disponen, lo reconocen y abrazan, lo
identifican y salvan, le permiten encontrarse cuando más perdido se creía en su
lugar natural: en la cárcel, en el orfelinato, en la comisaría, en el
manicomio, en el quirófano de urgencia, que el hombre —aquí— ya no es de
pueblo, que ya no pareces de pueblo, hombre, que cualquiera diría que eres de
pueblo y que más valía que nunca hubieras venido del pueblo porque eres como de
pueblo, hombre".
Del libro de Martín Dos Santos, Tiempo de silencio.
Hola!!!
ResponderEliminarMuchas gracias por pasarte por mi blog, te sigo de vuelta :D
no conocía el libro pero el fragmento es bonito :3
Nos leemos, besos ^^
Hola
Eliminarme alegro que te haya gustado. Besos!
¡Hola Keren! Un fragmento muy interesante.
ResponderEliminarMe paso a nominarte para el booktag 11 cosas sobre mi. Te dejo el enlace por si te interesa ;)
http://phoenixretribution.blogspot.com.es/2016/12/booktag-6-11-cosas-sobre-mi.html
Un beso guapa, nos leemos ^^
Hola Magalí, muchas gracias!!! Ya me paso. Besos
EliminarQue lindo fragmento que elegiste. Me gusto mucho.
ResponderEliminarFelices fiestas!!
Gracias. Y que tengas un hermoso año. Besos!
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