jueves, agosto 23, 2018

Plop de Rafael Pinedo (Mi lectura)


Plop de Rafael Pinedo

LLegué a Plop de Rafael Pinedo a partir de buscar para mis estudios, que estoy comenzando, sobre las distopías argentinas. No tenía idea de lo que me esperaba y la compré incluso sin leer la sinopsis.
Esta novela del escritor argentino, nacido en Buenos Aires en 1954,  obtuvo el premio de novela de Casas de las Américas en el año 2002. Plop fue su primer libro que publicó cuando ya tenía casi 50 años. Lo que había escrito anteriormente decidió quemarlo.

Lo primero que me llamó la atención es el estilo de escritura: con la palabra justa, oraciones cortas, párrafos casi de una oración y sin metáforas. El autor, en una entrevista para la Revista Axxón, dijo que como no tenía experiencia en escribir novelas, quiso escribir una serie de cuentos enganchados. Dejo, a manera de ejemplo, el inicio cuyas primeras páginas pueden consultarse en la editorial Interzona.

Desde el fondo del pozo sólo se ve un pedazo de cielo a veces gris, a veces negro. Llueve. Las paredes chorrean y a sus pies se va formando un caldo de barro que le llega hasta las rodillas. De pronto se escuchan voces. Chicos que pasan corriendo. Gente que tiene sexo. Si es de día, puede darse cuenta cuando alguien lo mira, porque la luz cambia ligeramente al aparecer una cabeza en el borde. Algunos escupen. O tiran cosas. Otros se quedan ahí un rato, sólo mirando.

La historia trata sobre Plop. Él nació en una época donde ya no existe nuestra sociedad. Solo quedan ruinas, ríos y mares ácidos, basura, mucha basura. Para sobrevivir, se han organizado en una sociedad con un sistema de jerarquía de unos pocos líderes. No viven en un lugar, sino que migran. Se alimentan de la basura y de los pocos animales que encuentran. No salen del mismo límite de tierras. Saben que hay algo más allá, pero no se aventuran a partir. Más allá existe el mundo no conocido y, por lo tanto, es hostil. Al no existir manera de recorrer kilómetros, por el medio de transporte y por la imposibilidad de conseguir alimentos, giran en los mismos lugares.
Se me hizo difícil la lectura por la brutalidad de ciertas escenas. Al plantearse un sistema en el cual no hay más cultivos, ni producción de alimentos, todo se recicla, incluso los humanos. ¿Para qué tirar la carne humana, los huesos, el cabello, los dientes? Todo es útil.
Lo interesante es cómo se construye una nueva sociedad: nuevas normas, tabúes como a mostrar la lengua, ritos de pasaje de los niños a los adultos (no hay ya adolescencia ya que es un fenómeno de nuestra sociedad).
Por la descripción del ambiente parece que existió, al menos para la zona de la llanura argentina, una catástrofe ambientalista. No parece de índole nuclear, sino de alguna sustancia que contaminó el agua y explosiones que derrumbaron los edificios. Por este motivo hablamos de distopía post apocalíptica. Me recordó a The road en este silencio sobre qué  fue lo que pasó. Al autor no le interesa narrar el evento sino las consecuencias del evento, solo que The road es poética, cargada de lírica. En Plop no hay nada poético, sino que está narrado de manera descarnada, como una lente objetiva que ve pero que no opina.

Plop de Rafael Pinedo


Esta novela forma parte de una trilogía, que el autor llamó “de la destrucción de la cultura” en una entrevista, junto con Frío y Subte. A estas últimas no las leí y aún no las conseguí en las librerías. Aunque cada una es autoconclusiva.
El ambiente que reconstruye es de escombros, barro y basura. El nailon, que perdura unos quinientos años, así como las latas que son aún comestibles, me permiten fechar el suceso catastrófico en unos cien años o menos hacia atrás del nacimiento de Plop. Además, una anciana, Goro, la cría a Plop, sabe leer y el papel aún se conserva. Esto me indica que el desastre no fue mucho tiempo atrás. ¿Alcanzan cien años para que una sociedad pierda las tradiciones y construya otras? No creo. Salvo que pueda explicarse como trauma social que borró la memoria de todos.

El autor contó que se le ocurrió la novela a raíz de haber «surgido por un par de imágenes combinadas: la de una persona que está en el fondo de un pozo (de hecho al principio pensó en titularla Desde el fondo) y ve cómo lo van tapando de tierra, y la de una mujer que pare un hijo caminando». Además, agrega sobre el proceso de escritura: «La historia es cruenta, la situación también; mi consigna fue que lo único que quedara fuera la supervivencia, y después agregué los ritos, las estructuras jerárquicas y los tabúes. Desde la antropología traté de llegar a lo más elemental posible y solamente incorporé lo que era funcional a la historia para que fuera verosímil, para que tuviera una estructura antropológica coherente». (1)

Me pareció interesante la forma de organizar la novela, arrancando con un momento del desenlace. Para mi gusto, adelanta mucho. Enseguida descubrís el final. Lo sorprendente, entonces, son las acciones que se presentan, todo ese universo construido solo por las relaciones humanas.
Pensaba en lo difícil que es pensar una utopía desde la ruina. Se nos ocurre la supervivencia, y decir supervivencia es decir violencia y maldad.
Paradójicamente, se explica la novela, en varias reseñas y artículos que leí, como la historia de la supervivencia, pero no se sobrevive, sino que se masacran entre ellos. Y a eso se suma la docilidad con la cual se dejaban matar.

Como punto negativo encuentro las repeticiones de sacrificios y muerte para una novela tan corta, que al final te quedan las mismas imágenes. Las reiteraciones tienden a fijar el contenido que creemos que es importante. Es un énfasis.


CONCLUSIÓN
Plop es un libro diferente, con un estilo único. Una novela para meternos en un posible futuro, donde volvemos, luego de creer que hemos arribado a la cumbre del desarrollo posible, a una vida clánica, de unos pocos humanos agrupados en torno a un nomadismo permanente. Más que supervivencia, pensaba en una sociedad entregada a desaparecer. Algo así como el coletazo o las últimas acciones de la humanidad. ¿Cómo nos vamos de este mundo? Causando una erosión contaminante que hace peligrar la vida de las otras especies y comiéndonos unos a otros. No pudimos con tanta «humanidad». Y nuestro legado, lo que nos pervive, es la basura. 


Besos y buenas lecturas!

NOTAS
1.http://axxon.com.ar/not/136/c-1360035.htm

lunes, agosto 20, 2018

Solenoide - Cartarescu (Mi lectura)



HISTORIA DE UNAS ANOMALÍAS 


¿Por dónde comenzar a contar sobre Solenoide de Mircea Cartarescu (Bucarest, 1956) sin adelantar mucho de la trama? La novela es monumental y tengo tanto registrado en mi cuaderno de lecturas que no sé por dónde iniciar. Comenzaré por el autor.
Hay un hype con este autor rumano. Cuando decís que estás leyendo a Cartarescu caen lluvias de likes. Leés que es una genialidad, que merece un gran premio. Ni bien llegó a mi país, compré la novela porque había leído la muestra del capítulo que comparte la editorial y me había convencido. 
Al comienzo de la lectura me atrajo su manera de escribir; luego, fue la temática. Después, ya no me pude despegarme aunque me costaba seguirlo porque leer era hundirse en un foso sin aire. Algo misterioso sucede en esa Bucarest pero no podés darte cuenta. Hay algo raro, pero que no termina de aparecer.
La historia de Solenoide está ambientada en la época del comunismo rumano y trata sobre un profesor, un escritor frustrado y de existencia rutinaria y gris, que va de la escuela a su casa, a su casa en forma de barco, una casa infinita. Pero no vive anestesiado sino que es un gran observador. Entre su ida a la escuela o su discurrir entre los pasillos de su casa con sus cientos de habitaciones él recuerda su infancia. Poco a poco aparecen sucesos extraños que él llama sus anomalías. Y la novela es la historia de estas anomalías que el protagonista nos cuenta.  En esos sucesos extraños, se vislumbra un orden y un caos, una vida concreta y una vida imaginada. Es fantasía y realidad. Es todo al mismo tiempo.
Me gustó la forma en que nos mete en la atmósfera tenebrosa a partir de la descripción de Bucarest como una ruina, como una ciudad gris y triste.

Había comprendido ya, a los diecinueve años, cuando lo había leído todo, que Bucarest no era como otras ciudades que se habían desarrollado a lo largo del tiempo sustituyendo las chabolas y los depósitos por grandes edificios, reemplazando los tranvías tirados por caballos por tranvías eléctricos. Bucarest había aparecido de repente, ya en ruinas, derruida, con el revoque desconchado y las narices de las gorgonas de estuco rotas, con los cables eléctricos suspendidos sobre las calles formando manojos melancólicos, con una arquitectura industrial fabulosamente variada. Habían pretendido proyectar desde el principio una ciudad más humana y más emocionante que una Brasilia de hormigón y cristal. El arquitecto genial había proyectado calles sinuosas, canales hundidos, palacetes torcidos invadidos por la maleza, casas con fachadas completamente desmoronadas, escuelas impracticables, centros comerciales de siete pisos, esbeltos y espectrales. Y, sobre todo, Bucarest había sido proyectada como un gran museo al aire libre, el museo de la melancolía y de la ruina de todas las cosas.


Cuando narra sobre el sistema educativo, me parecía estar observando la misma escuela hoy, un sistema que se sustenta en el premio y el castigo. Terrible cuando cuenta cómo el sistema comunista hacía escupir a los niños como técnica de inflar de odio hacia un enemigo, en ese caso es contra la Virgen y el Niño Jesús. Lo mismo he visto en mi país, también llevado a cabo por un partido político, hace unos cinco años atrás. Ya no era la Virgen, eran otros que estaban en contra del partido. Parece que la práctica del escupitajo para sembrar odio es efectiva.
 
Mircea Cartarescu (fuente de la imagen)

En la obra abundan los guiños hacia Kafka, Borges, Cortázar. Es más, cuando leía me decía “esto es Borges”. Sentía, por momentos, que estaba ante una nueva obra de Borges con sus disquisiciones sobre temas filosóficos y artilugios. En relación a esto, me encantaron las páginas donde cuenta sobre el cubo de Rubik o sobre personalidades, con una mezcla de ficción y ensayo.
La novela está escrita en primera persona y no solo se adentra en la psicología del personaje sino también en la transformación del cuerpo, en cómo el sistema lo desarma y arma para encajar una anatomía acorde a sus necesidades. Sobre el cuerpo recae la disciplina; es analizado por los médicos, educado en las escuelas, vestido y bañado por la familia. Contra el cuerpo: dietas, mediciones, vacunas, controles, análisis. Todo un sistema de estudio y control de los cuerpos. Es una lectura interesante para cruzar con el tema del disciplinamiento, el castigo, la sociedad de control desde Foucault y Deleuze. En la novela, estos cuerpos son los cuerpos del partido, para el partido.
Ya dije que los sucesos acontecen en el marco del sistema comunista rumano de gobierno que rigió desde 1947 hasta 1989. No pude evitar leer la novela como crítica contra la masificación, la imposición de una única manera de pensar y de ser.  Y el miedo presente. Miedo a la muerte, miedo a la noche,  miedo a los hospitales. Podemos mencionar, como ejemplo de la novela, los pasajes sobre el sanatorio para niños enfermos durante el comunismo. Además, se mencionan periódicos y cómo el partido usa a los jóvenes a través de distintas estrategias y organizaciones, desde espías (Unión de la juventud comunista) hasta recolectores de materias primas. Inclusive encontré nombres de militantes del partido que aparecen como personajes.

Niños en la época del comunismo rumano (Fuente de la imagen)


Sobre los niños, ahora centrándonos en la realidad, se han investigado la muerte de discapacitados durante el comunismo entre 1966 y 1989. Estos niños estaban bajo la guarda del estado en hospitales. Se calculan que las víctimas podrían ser más de 10.000. Se los clasificaba en recuperables y no recuperables. A los últimos se los medicaba de más, se los sometía a torturas, como bañarse con agua helada. Es decir, se los maltrataba hasta la muerte porque un enfermo crónico o un “retrasado” no era útil para el régimen.

...a los niños que querían ir al servicio durante la comida los obligaban a hacer sus necesidades a la vista de todos en una esquina del comedor utilizando su propio plato como recipiente.  (Fuente)

Justamente, el personaje principal de Solenoide recuerda que, cuando tendría unos diez años, fue internado en uno de estos hospitales. El autor narra sobre la fuerte medicalización y los continuos maltratos en una de estas clínicas (¿clínicas?). Es más, hoy día en mi país podemos comparar estas “clínicas” con los geriátricos donde se bañan a los ancianos con agua helada en el invierno. Cuando ellos hablan, el personal dice que “chochean”, es decir, que sufren de demencia senil y que el baño con agua helada no es cierto. Muchos de los ancianos mueren de neumonía.  No podía dejar de mencionarlo.

Fotografía perteneciente a  Andrei Pandele

La verdad que no sabía mucho sobre Rumania. En mi búsqueda llegué a las fotografías de Andrei Pandele quien retrató la era de Ceaușescu de 1970 a 1980. Dice que comenzó a tomar fotografías cuando Ceausescu mandó a demoler iglesias y otros edificios, lo hizo para guardar en la memoria la Bucarest que él amaba. 
Sobre la vida en esa época un testigo dice:

Durante la dictadura comunista de Nicolae Ceaucescu (1918-1989), sobre todo en la última etapa, la escasez era tal que las tiendas --todas propiedad del estado— no tenían qué vender; en sus estantes vacíos solo había polvo. Tampoco estaba bien visto ‘pasear’ a horas tardías –de hecho no existían apenas farolas que lo permitieran-- y, oficialmente, no había personas sin techo, cualquiera en situación de desempleo o que hiciera amago de vivir en la calle (se ‘asignaba’ casas a las familias) era automáticamente trasladado a uno de los puestos asignados por el régimen: una mina, una fábrica… (Fuente)

La gente estaba exhausta. Llevaban meses, años, sometidos a un férreo racionamiento de los alimentos, de medicamentos, de la electricidad y hasta del agua. Mientras, veían al dictador y a su esposa vestidos con abrigos de piel y sin ningún síntoma de estar pasando hambre”, apunta Lazarescu. Cada rumano podía disponer al mes de medio kilo de carne, cinco huevos, un litro de aceite y medio kilo de azúcar. Un racionamiento feroz que hizo florecer un mercado negro donde los precios eran abismales. “Para poder sobrevivir muchos de nosotros trabajábamos en dos sitios, el oficial, que teníamos asignado, y en aquello que encontrábamos: remendando zapatos, por poner un ejemplo” (Fuente)

Volviendo a Solenoide, esta obra también puede leerse una crítica hacia la literatura y hacia los críticos literarios. En varios pasajes, a través de la crítica que el personaje recibió sobre su poema, motivo por el cual dejó de escribir, se muestra el lado feroz de la crítica en los talleres o de profesores o personalidades de las letras.

A partir de menciones de personajes, de sucesos, es posible buscarlos y continuar con la lectura: desde cubos de Rubik, embalsamadores, gitanos, grandes matemáticos o sueños, la lectura se torna lectura de otra lectura de otra lectura, como mamushkas. Incluso la novela es un manuscrito del profesor que cuenta sobre su vida y que menciona otras obras: una obra dentro de una obra de otra obra.
Sobre su estilo de escritura lo encontré precioso: la forma de describir, las comparaciones y las imágenes de mucha belleza. Como ejemplo:

En casa me esperaban mis padres, y a esto se reducía mi vida. Los dejaba delante del televisor y me iba a mi habitación, que daba a la calle Ştefan cel Mare. Me acurrucaba en la cama y deseaba la muerte con tanta intensidad que sentía que al menos algunas de mis vértebras estaban de acuerdo. Mi cama se convertía entonces en un yacimiento arqueológico en el que, amarillos y porosos, en la posición imposible de un ser aplastado, yacían los huesos de un animal desaparecido.

Como puntos negativos tengo que mencionar cierta repetición de escenas. Por ejemplo, las veces que narran su visita a un hospital. Es cierto que demarcan las obsesiones del protagonista, pero siendo una novela tan larga, creo que se me hizo demasiado recurrente. Quizás provenga de la forma de escritura del autor. Escribe a mano, sin corregir, sin releer lo que escribe. Un caso excepcional. 



CONCLUSIÓN

Es un libro imprescindible para quienes quieren ser escritores. Es una historia que no me voy a olvidar nunca.  Permite recordar o actualizar sucesos tristes, como la matanza de niños, incluso cuando nunca aprendemos del pasado. También es una experiencia lectora  sobre una manera de contar la vida de una persona alejado de los tópicos.Una vida entre la tortura y la curiosidad, el miedo, la supervivencia y el agotamiento. 

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